La Carta a los Hebreos se distingue entre los escritos del Nuevo Testamento por la manera tan amplia en que desarrolla un solo tema: la preeminencia de la persona de Jesucristo y de su obra salvadora, a la luz de las instituciones del Antiguo Testamento. Este escrito, aunque tradicionalmente ha sido llamado “carta”, no contiene las fórmulas introductorias típicas del género epistolar. Sólo al final se encuentran noticias y saludos de carácter personal. Se trata más bien de un texto doctrinal.
La “Carta a los Hebreos” es anónima, generalmente se atribuye al apóstol Pablo. Sin embargo, el autor era un experto conocedor del Antiguo Testamento. La mención “a los Hebreos” figura exclusivamente en el título. Será la descripción del ambiente en que tiene lugar esta reflexión.
El autor comienza por mostrar cómo la revelación de Dios llega a su plenitud en Jesús, el Hijo de Dios (1: 1-4). Como Él es superior a los ángeles, pero al mismo tiempo se hizo igual a sus hermanos los hombres (1:5 – 2:18).
El título que el autor considera más apropiado para describir la persona y el oficio de Jesús es el de Sumo Sacerdote. El culto, los sacrificios y el pacto antiguos son imperfectos, pero Dios ha escogido un nuevo sumo sacerdote, no según las características del sacerdocio levítico, sino “de la clase de Melquisedec” (7:11). Jesús ofrece en sacrificio su propia vida, y así obtiene la verdadera purificación de los hombres y abre para todos el acceso a Dios.
Junto a la exposición doctrinal, el autor va introduciendo amonestaciones y exhortaciones a perseverar en la fe y en la práctica de la vida cristiana.
La carta puede dividirse en cuatro partes, a saber:
I. La superioridad del Hijo de Dios (1:5 – 4:13)
II. Jesús, el gran sumo sacerdote (4:14 – 10:18)
III. Fe y fortaleza en el sufrimiento (10:19 – 12:13)
IV. La vida cristiana (12:14 – 13:19)
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