“Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos” (Oseas 4.6).
Esta fue una advertencia de Dios a los israelitas, su pueblo escogido. Se les mandó a que conocieran su ley y que la mantuvieran continuamente en sus pensamientos. “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas” (Deuteronomio 6.6-9).
A nosotros como pueblo escogido de Dios se nos manda a cumplir lo mismo hoy.
Debemos de crecer en gracia y conocimiento (2 Pedro 3.18). Pablo dijo: “Aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús” (Filipenses 3.8). Santiago dijo: “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4.17). Pedro nos dice que “agreguemos a la virtud, conocimiento” (2 Pedro 1.5). El escritor de Hebreos nos dice: “Vamos adelante a la perfección” (Hebreos 6.1). Jesús dijo: “Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes” (Lucas 12.47).
Dios nos ha mandado: “por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28.19-20). Para poder enseñarle a los demás, tenemos que conocer la Palabra nosotros mismos.
Pablo nos dice: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2.15).
¿Está contento Dios con el conocimiento que cada uno de nosotros tiene de su Palabra? ¿Podemos ser ganadores de almas (obreros) que no tenemos de qué avergonzarnos por el conocimiento que tenemos de la Biblia? ¿Podemos usar bien la Palabra? Pedro nos dice: “Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3.15).
¿Si alguien nos preguntara la razón de nuestra esperanza, cuál sería nuestra respuesta? ¿Somos como los Hebreos? “Porque debiendo ser ya maestros, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos” (Hebreos 5.12-14).
Estas son preguntas que cada individuo tendrá que responder por sí mismo. Pero mientras lo hacemos, mantengamos en mente las palabras de Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4.13). Que nunca nos sintamos culpables por poner excusas por nuestra falta de conocimiento de la palabra de Dios.
—Nell Jenkins